Vergüenza.
Sí lo sé. 
No puedo mantenerme en pie. 
Por momentos, 
por lo menos, 
siento que floto; 
que me separo de mí 
y vuelvo a caer. 
Al vacío, 
a esta realidad incoherente 
que no se transforma. 
Es una situación que se repite, 
que no deja de ser. 
Y ella, 
porque siempre es ella, 
se escabulle por medio de las lágrimas, 
de la amargura, 
de los gritos, 
del pataleo 
y me roba eso que es
tan ajeno al momento; 
esa sonrisa opaca 
que sólo brilla para ella.
